Allí estaba desafiando al mundo El sol refulgía en su rostro de niña mala, Los edificios eran opacados por su talle. Aire, fuego, agua y tierra eran derrotados Por la armonía de su cuerpo. Podía ser un tango, poniéndome el corazón Al borde del dolor. Quería que me arrulle La belleza que había en ella. Fueron segundos con mis ojos desorbitados. Segundos como años de ensueño repicándome En la cabeza. Tenerla frente a mí me hacía creer En la vida. No debía quererle y la quería más Que a mis ojos. Estaba loco por ella y sabía que Su primer beso me convertiría en príncipe. Pero algo descoordinado en mi mente prefería Seguir siendo el sapito que cada mañana la Contempla desde el prado mojado de su jardín |